Inteligencia Lúdica

Para muchos hablar de juegos en las organizaciones suena a “infantil”, una «diversión» difícil de asociar a la seriedad que implica el trabajo, las metas y el estrés propio de un ambiente laboral cada vez más exigente.
¿Jugar en el trabajo?, tremenda paradoja.
Particularmente creo que no se trata de resolverla, sino de encontrar cómo navegarla. En mis encuentros con diferentes organizaciones, hay un común denominador en la necesidad de despertar en sus colaboradores un alto nivel de creatividad, compromiso y cooperación entre ellos para alcanzar los objetivos.
La Inteligencia Lúdica.
Así como se han venido desarrollando los conceptos de inteligencia emocional, financiera, matemática, espacial, musical y otras más, estoy convencido que existe la inteligencia lúdica. Esa capacidad de jugar, de divertirnos, que traemos desde niños debe ser despertada en el profesional para fortalecer las capacidades que se están necesitando.
El compromiso, el trabajo en equipo y la creatividad son competencias claves al momento de elegir a quien te gustaría tener en tu equipo. Y es precisamente lo que la inteligencia lúdica provee. Jugando, podemos explorar, crear, elegir diferentes caminos, aprender del error. Jugar estimula el compromiso, la motivación, las ganas de avanzar, superar obstáculos, resolver dilemas y descubrir oportunidades. Jugar permite la cooperación, la curiosidad, la felicidad por el reconocimiento. Por tanto los elementos que encontramos al jugar coinciden mucho con los que deseamos en los colaboradores al trabajar.
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Caso Microsoft
Una tarea muy aburrida a la que los colaboradores – Programadores altamente calificados para desafíos mayores y más atractivos– prestaban poca atención. En la búsqueda de una solución a este significativo tema, los gerentes se embarcaron en crear un juego al que llamaron Code Review Game. La dinámica fue sumamente efectiva para comprometer a todo el grupo de trabajo en un juego competitivo de alcance mundial y resultados superiores.
Se dividió a los participantes en equipos. Cada equipo debía elegir un código para atacar. Los distintos tipos de errores estaban valorados y tenían asignada una puntuación, unas insignias y recompensas por alcanzar. De esta forma, cada equipo debía elegir su propia estrategia, que podía consistir en centrarse en buscar los errores más complejos (que daban más puntos) o enfocarse en los más simples, pero en mayores cantidades.
